viernes, 4 de mayo de 2018

La innovación se parece más al fútbol que a la investigación








En el último congreso de la Asociación de Enfermería Familiar y Comunitaria de Cataluña (AIFICC) dije que para innovar era importante saber trabajar con poco método o incluso sin método. Alguien tuiteó que yo decía "la innovación no tiene método". Respondí añadiendo "La innovación no tiene método en sentido estricto". Pero, quizás, lo metodológico no es el debate relevante. Ya se sabe que metodología es un término que pertenece, en primer lugar, a la tribu de los investigadores. Hace años se abrió un debate interesante, desde las ciencias sociales, sobre cómo contener (someter) la innovación dentro de la disciplina de la investigación. Si desea profundizar puede leer "Mode 2’ Revisited: The New Production of Knowledge". En el contexto de este debate se han consolidado métodos de investigación tales como la investigación-acción (action research), la investigación-acción participativa (participatory action research), la investigación operativa (implementation research) y las comunidades de práctica (communities of practice), entre otros. Todas las aportaciones pueden ser muy interesantes y útiles, pero, en general, restringir la innovación a un método de investigación tal vez no es una buena estrategia.

La innovación sigue un mapa y un sistema de coordenadas muy diferentes de los de la investigación. Hablé de ello en un artículo anterior, "Innovación o decadencia". Para hacer innovación, más que un método, lo que se necesita es disponer de una cultura y un entorno con un liderazgo valiente, buenas dinámicas de colaboración, ganas de cambiar, diversidad de roles, disciplina de equipo y saber aplicar en cada momento la técnica de trabajo más adecuada. La innovación se convertirá en investigación en algún momento cuando el constructo nuevo, producto o servicio innovador, haya sido creado y requiera validación. Hasta aquí, sin embargo, el proceso de innovación tiene más en común con el fútbol o con el cine que con la investigación. Dicho esto, se puede hablar de método.

Otro rasgo central de la innovación es cómo se aprende a innovar. La innovación, más que una disciplina concreta, es la visión de conjunto de una miscelánea de conocimientos que se pueden situar dentro del triángulo diseño-tecnología-gestión. Las técnicas con las que se trabaja en innovación se benefician del conocimiento clínico al conectarlo con este contexto multidisciplinario. Esta es la razón central por la que no se puede hablar de método en sentido estricto, ya que cada disciplina —diseño, tecnología, gestión y clínica— tiene métodos diferentes que al combinarse dan lugar a una gran diversidad de posibles procesos de trabajo.

Para terminar, solo quiero decir que después de las ocho primeras ediciones del curso PINNTS, en poco más de un año, trabajando con organizaciones y grupos de profesionales de la salud muy diversos, estoy convencido de que no hay un método de innovación canónico que respetar. En todo caso, lo que hay son estrategias y modelos de trabajo que se demuestran efectivos para promover y gestionar la innovación en el seno de una organización.

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