viernes, 28 de abril de 2017

Fortalecer la salud mental

Según la definición de la OMS, la salud mental es “un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad”.

Pensando en el ciclo vital de las personas, las primeras etapas de la vida son fundamentales, ya que en ellas se establecen las costumbres que luego nos acompañan durante nuestra vida, fijándose tanto las experiencias positivas como las traumáticas. El bienestar emocional es fundamental en el desarrollo psicosocial de niños y jóvenes. El desarrollo de actividades debe contemplar la educación y el mantenimiento del bienestar emocional desde una perspectiva multidisciplinar. Los niños/as y adolescentes que se sienten bien con ellos mismos son capaces de manejar mejor los conflictos y de resistir a las presiones negativas. Tienden a sonreír con mayor facilidad y a disfrutar de la vida. Estos niños/as son realistas y, por lo general, optimistas.


Los determinantes psicológicos y de personalidad pueden constituir una vulnerabilidad de la persona a padecer algún trastorno mental, al igual que la conjunción entre los factores genéticos y ambientales, sin olvidar nunca, dentro de los determinantes de salud, los factores socioeconómicos.
En los países en vías de desarrollo, la pobreza y el bajo nivel educativo generan un grado de exclusión que dificulta el desarrollo psicobiológico y someten al individuo a situaciones estresantes de manera continuada. Incluso en nuestro entorno, las pérdidas económicas han demostrado ser el factor de riesgo más importante, más aún que estar en peligro y riesgo físico, para el desarrollo de síntomas de estrés postraumático en personas sometidas a un acontecimiento excepcionalmente traumático como puede ser una inundación.

De ahí la importancia que adquiere la intervención intersectorial en cualquier proyecto de promoción de la salud mental. Las actividades de promoción de la salud mental conllevan la creación de condiciones individuales, sociales y del entorno que permiten un desarrollo psicológico y psicofisiológico óptimo para mejorar la calidad de vida. Las aproximaciones comunitarias, a su vez, son más efectivas que las individuales, más aun si involucramos a la comunidad en el desarrollo de las actividades de promoción de la salud.

A pesar de su incipiente implantación, diversos estudios han demostrado que los programas preventivos, además de la reducción en incidencia, disminuyen considerablemente la aparición de síntomas de depresión, ansiedad y aquellos relacionados con el estrés y los problemas de conducta. 

Entre otras, la OMS propone como intervenciones eficaces:
  • las intervenciones en la infancia precoz (por ejemplo, visitas a domicilio a las embarazadas, actividades psicosociales preescolares y ayuda nutricional y psicosocial conjunta a las poblaciones desfavorecidas);
  • el apoyo a los niños (por ejemplo, programas de creación de capacidades y programas de desarrollo infantil y juvenil); 
  • la emancipación socioeconómica de la mujer (por ejemplo, mejora del acceso a la educación y concesión de microcréditos):
  • el apoyo social a las poblaciones geriátricas (por ejemplo, iniciativas para hacer amistades y centros comunitarios y de día); 
  • los programas dirigidos a grupos vulnerables y, en particular, a las minorías, los pueblos indígenas, los migrantes y las personas afectadas por conflictos y desastres (por ejemplo, intervenciones psicosociales tras los desastres); 
  • las actividades de promoción de la salud mental en la escuela (por ejemplo, programas de apoyo a los cambios ecológicos en la escuela y escuelas amigas de los niños); 
  • las intervenciones de salud mental en el trabajo (por ejemplo, programas de prevención del estrés); 
  • las políticas de vivienda (por ejemplo, mejora de las viviendas); 
  • los programas de prevención de la violencia (por ejemplo, la reducción de la disponibilidad del alcohol y del acceso a las armas); 
  • los programas de desarrollo comunitario (por ejemplo, iniciativas de colaboración ciudadana y de desarrollo rural integrado);
  • la reducción de la pobreza y la protección social para los pobres; 
  • legislación y campañas contra la discriminación. 
Al mismo tiempo, no se puede descuidar la promoción de los derechos, las oportunidades y la atención de las personas con trastornos mentales.

El Día Mundial de la Salud, que se celebra el 7 de abril de cada año para conmemorar el aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud, nos ofrece una oportunidad única para movilizar la acción en torno a un tema de salud específico que preocupe a las personas de todo el mundo. El tema de la campaña para el Día Mundial de la Salud de 2017 fue la depresión. El eje de la campaña era la importancia de hablar de la depresión como componente vital de la curación. La estigmatización de las enfermedades mentales, incluida la depresión, sigue siendo un obstáculo para que las personas de todo el mundo pidan ayuda.

La depresión se puede prevenir y tratar de manera coste-eficaz con psicoterapia y, en casos moderados y graves, con antidepresivos. Como perspectiva de futuro, la utilización de tecnologías de información y comunicación en el abordaje de patologías como la depresión es potencialmente útil en la prevención, ya que aumenta la cobertura de las intervenciones, su disponibilidad y difusión, a la vez que disminuye costes.

Superar la barrera del estigma ayudará a hablar de forma abierta sobre la depresión y posibilitará que más personas reciban ayuda.

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